¿Qué es la poesía extrema?
La poesía extrema es aquella que emana directamente del origen, de la fuente, de la divina esencia de la creación; la cual, expresa su naturaleza, o lo de que de ella puede ser aprehendido, a través del lenguaje humano.
La poesía extrema es esencia de poesía, como es ya esencia el punto del ser humano de donde procede.
Cuando el individuo reúne en sí, átomo a átomo, pensamiento a pensamiento, una determinada masa crítica esencial en su interior, esa esencia, que es a la vez fruto y reflejo de la superior esencia creadora, se derrama al exterior, también en lenguaje, dando lugar a la poesía extrema.
Extrema, como el superior extremo de la creación de donde procede, a la vez principio y final, a la vez origen y destino de todo lo creado, esta poesía es simple y desnuda, sencilla y profunda.
Como la naturaleza de donde procede, la poesía extrema es necesariamente tan escasa como contundente, tan desnuda como abarcante, ajena y muda a veces, desafiante otras.
Es casi Verbo puro, y lo acabará siendo, cuando a pesar de su desnudez y simplicidad, aún se recoja más sobre su esencia y se funda con ella.
¿Dónde está la poesía extrema?
Hay retazos, a veces filones, de poesía extrema en muchas obras a lo largo de la historia de la poesía, que no es sino la historia del ser humano a la búsqueda de sí mismo y del absoluto.
Envuelta en la humanidad aún no del todo trascendida del poeta, la fibra extrema de su esencia emergente deja hebras y trazas reconocibles por un efluvio divino al que solo es sensible el olfato de otra alma esencial.
León Felipe percibe en gran medida esta destilación del Ser que el poeta ha liberado previamente para que a través de su pluma aquel se manifieste de acuerdo a su naturaleza. En su Antología Rota (Akal Ediciones, 1990), en el poema insignia, estandarte y guía de esta antología, “Nadie fue ayer”, el poema más antiguo recogido en ella, el poeta lo describe con mano maestra:
Deshaced ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y después si algo queda todavía,
eso
será la poesía
Si algo queda del artificio humano, de la huella despótica de lo emocional, de la circunstancia y su pompa envolvente, después de tan exhaustiva criba, eso, más que la poesía, será la poesía extrema, porque resiste la limpieza y la asepsia del componente humano del poema para reflejar, solo reflejar, el rostro del divino que el poeta alberga y que no le es, en absoluto, ajeno, sépalo éste o no.
¿Existen poetas extremos?.
Radicalmente no. Existe poesía extrema, pero no, hasta el presente, poetas extremos. En algunos, no muchos, poetas se encuentran rastros, vestigios, testigos de esta poesía, más o menos abundantes, disueltos en la compleja totalidad de su obra como la sal en el mar, difíciles de identificar, separar y extraer.
A veces se trata de minúsculas partículas, como esas de la sal oceánica, que solo pueden ser identificadas por personas de olfato extremo, con especial sensibilidad, curtidas en las lides del Ser y del Espíritu. Una vez identificadas, tienen que ser separadas y extraídas del agua emocional por procedimientos ad-hoc de difícil generalización y reubicadas en el contexto extremo del que salieron.
Otras veces se presentan como las pepitas de oro en las arenas fluviales, más compactas y brillando con dorado fulgor entre las negras arenas líricas de la casuística mundana del poeta.
Casos muy extraordinarios se dan de auténticas vetas de poesía extrema, evidente y resaltante, pero siempre rodeada de una cubierta masiva de ganga.
No importa, cada pepita de poesía extrema, cada estrofa, cada verso, vale un mundo porque es una gota de esencia espiritual emanada desde las mismísimas fuentes de la poesía, que son tan desconocidas como las del Nilo, pero que todos sabemos, más o menos, donde están.
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